He seguido paso a
paso el lúgubre cortejo de tu partida con el mismo interés con que los ancianos
intentan predecir su muerte.
He vestido de negro
mis días, levantado plegarias contra tu buena suerte, comido del pan de la
desesperanza y maldecido tu nombre en más de una ocasión.
He andado de aquí
para allá cargando a cuestas los muertos que me dejo tu amor, he llenado de
nostalgias algunas botellas vacías, he cambiado mi fe un par de veces para ver
si algo dentro de este vacío cambia un poco también.
He llegado al borde
de la desesperanza, he llegado al punto de engañarme a mí mismo con la idea de
que un día regresaras…, más esa puerta nunca se abrió, ninguna carta llegó con
tu nombre, ningún barco te devolvió a mis días.
Hoy con tus grandes
ojos ausentes siento que aun me vigilas, aun yo te presenció en mi vida y
asisto como único testigo vivo a las ruinas de ese ayer para dos que
compartimos…, y te sufro igual como se sufre de los malos salarios, de la mala
memoria y de la resaca que produce el mal vino.
1 comentario:
Esa soledad maldita..
Muy bellas palabras
un saludo!
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